23Durante esta semana santa he podido disfrutar de unas vacaciones en una de las maravillosas Islas Canarias. Es curioso ver como en los hoteles españoles aún se sigue discriminando a los hombres a la hora de la cena imponiéndonos a mantener unas normas de decoro solo para nosotros… Unas reglas únicamente para  hombres que consisten en  no poder llevar pantalón corto.

Este mensaje de decoro dirigido de forma exclusiva a los hombres es una muestra más de como el pensamiento machista y la discriminación social en contra del hombre es mayúsculo en nuestra sociedad, pues tienen mayores obligaciones y menor libertad a la hora de escoger su vestimenta que la mujer.

Durante las cenas pude observar la obscenidad en ciertos vestuarios femeninos. Inaceptables para cualquier norma de decoro. Así se lo trasladé a los metres del salón y posteriormente al director del hotel en un encuentro más propio del siglo pasado que de tiempos actuales.

El pensamiento del director de este hotel es profundamente discriminatorio, ni tan siquiera entendió que el código de decoro debe de ser para hombres y mujeres. No ve posible dar una norma de vestuario femenino. No concibe tener que darla… Es terrible lo que sucede en estos hoteles españoles. Así funcionan las normas de decoro para las cenas. No tendremos una  sociedad libre hasta que cosas como estas dejen de suceder en el seno de nuestra sociedad.

Una de las noches, en las que intenté explicar a los metres esta situación discriminatoria, uno de los numerosos hombres-clientes afectados – que escuchaba la conversación- me esperó afuera del restaurante y tras finalizar de cenar me explicó que llevaba toda la razón del mundo y que el tiempo dejaría en su sitio a este hotel.

El tiempo no siempre dice todo lo que tiene o debería de decir. No siempre acaba poniendo a todo el mundo en su sitio. No siempre el tiempo y el destino actúan de justicieros. En muchas ocasiones nos autoengañamos haciéndonos creer que el tiempo pondrá a fulanito o menganito en su sitio. En muchas ocasioculones lo hacemos por cobardía, cerramos los ojos y ponemos en manos del tiempo lo que deberíamos hacer frente en ese mismo instante. Todos los hombres de ese salón deberíamos haber exigido no ser discriminados por sexo y un protocolo de decoro para hombres y mujeres… Y por supuesto las mujeres deberían también haber mostrado su desacuerdo con tal actitud.

Pensamos que no es el momento, cerramos los ojos y nos ponemos en manos del destino con una indiferencia ante la injusticia tan cobarde como inútil… No nos engañemos, al final el tiempo no tiene todo en su mano.

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