En los últimos años, el crecimiento y expansión de poblaciones de corzos, de jabalíes, de ciervos, de zorros se está convirtiendo en un problema para muchos agricultores, ganaderos y para todos los que circulamos con el coche por estas zonas en las que la fauna silvestre ha experimentado un crecimiento muy notable. Comienza a no resultar nada extraño encontrarte con una manada de corzos o jabalíes cruzando por la carretera o incluso merodeando contenedores en zonas residenciales. No es de extrañar por tanto que la cifra de accidentes por la sobreabundancia de estos ungulados esté aumentando muchísimo, de hecho uno de cada tres accidentes ya lo causa un jabalí o un corzo.

No soy cazador, los únicos disparos que hago a la fauna es con mi máquina de fotografiar; pero si creo que es una herramienta muy importante de gestión del medio natural al regular las diferentes poblaciones de los ecosistemas asociados y las relaciones inter e intra específicas. Además permite un control de los predadores y de la protección de las siembras y de flora de especies silvestres y agricultura humana, reduciendo la siniestralidad agrícola. Controla enfermedades y sobrepoblaciones y mantiene los espacios naturales protegidos. Mejora también la calidad genética de especies. La caza es una actividad controlada, reglada y fuertemente regulada y en consecuencia se tiene que poder ejercer en total libertad. Es uno de los sectores con más posibilidades de futuro en el mundo rural, convirtiéndose, junto con el turismo, en toda una alternativa económica para nuestro maltratado medio rural. Supone el 0´3 del PIB a través de un gasto de 6.475 millones de euros, generando 3.600 millones de euros y 186.000 empleos. Es una gran fuente de riqueza y de arraigo para fijar población en el medio rural. Tiene que entenderse e interrelacionarse con la agricultura, pues les va el futuro en ello a los dos sectores; urge un entendimiento y relación mutua para convertirlas en actividades sostenibles.

Y volviendo a esa tendencia de crecimiento de estas poblaciones y de su expansión hacia otras nuevas áreas; y reflexionando sobre lo sucedido estos días con casos positivos de peste porcina africana en jabalíes muertos en Cataluña por, parece ser, un bocadillo con embutido contaminado como posible origen de la peste porcina; creo que nos tiene que hacer replantear muchas cosas en torno a la necesidad de buscar nuevas estrategias para compatibilizar conservación, aprovechamiento cinegético, salud pública y convivencia con otras actividades humanas, pues han cambiado muchos vectores como los usos del suelo, la disminución de la depredación natural, nuevos riesgos emergentes y cambios en las dinámicas de población. Para contrarrestar la elevada capacidad de adaptación de algunos ungulados tan disparada que tenemos hoy, que entre otras cosas provoca una mayor transmisión de enfermedades, es necesaria la figura del cazador como aliado para ese control de las enfermedades y para reducir los daños por accidentes de tráfico y daños agrícolas, al tiempo que contribuyen a mantener el equilibrio poblacional y a favorecer la conservación y la biodiversidad.

30 años después, saltan de nuevo todas las alarmas y España vuelve a tener peste porcina detectada en un brote en varios jabalíes de Barcelona. España es el tercer productor mundial de cerdo y quiere contener la enfermedad cuanto antes, por ello y para ello se ha activado la Unidad Militar de Emergencias (UME) a 117 efectivos y 25 vehículos que están trabajando ya en Barcelona para contener el brote. Ya me hubiera gustado a mi y a los valencianos que hubieran hecho actuar al Ejercito con tanta celeridad en la DANA.

Confío que esta preocupación haga reflexionar a todos esos políticos, a esas políticas verdes y a esos lobbies anticaza que abogan por la prohibición o restricción de la caza para preservar la biodiversidad, mantener el equilibrio ecológico y proteger a las especies, argumentando que la caza puede ser cruel, ilegal y perjudicial para los ecosistemas. Estas políticas que promueven alternativas supuestamente verdes y de gestión natural que se basan en la falsa creencia de que se debe proteger a los animales y la naturaleza por encima de los intereses humanos y que no hay que intervenir en la naturaleza para nada.

Se debería luchar por declarar a la caza social tradicional de interés y bien natural; y dotar al colectivo de presencia (voz y voto) en aquellos organismos consultivos y administrativos de ámbito nacional y autonómico donde se debaten, regulan y legislan sus actividades; para de esa forma proteger la actividad cinegética y su gestión sostenible y responsable como actividad necesaria y tradicional del mundo rural, con una ley de caza única para toda España, consensuada, que perdure en el tiempo y asegure el futuro del sector cinegético, su defensa y protección; porque la caza forma parte de nuestra esencia desde que el hombre es hombre.

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