“En llamas, en otoños incendiados, arde a veces mi corazón, puro y solo. El viento lo despierta, toca su centro y lo suspende en luz que sonríe para nadie:¡cuánta belleza suelta!” . Estas palabras tan bonitas escribía y sentía allá por los noventa el poeta, escritor, ensayista, diplomático y Premio Nobel de Literatura en 1990 Octavio Paz.
El otoño es tiempo de reflexión, de cambio; es como si la caída de las hojas que simboliza lo efímero y lo cambiante nos trasladase y envolviese en su ciclo vital. La naturaleza y la historia humana tienen mucho en común, los acontecimientos históricos son como las hojas, se van perdiendo en nuestra memoria y nunca permanecen fijos, se olvidan al caer.
Como cada otoño llega el premio Nobel de la Paz y en esta ocasión ha caído en un momento de máxima tensión política internacional y nacional. Este año ha sido otorgado a María Corina Machado. No se puede separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz, a no ser que tenga libertad plena. Tal vez por ello este año el Comité Noruego del Nobel ha reconocido este premio de la Paz a María Corina por la búsqueda de los derechos humanos y por la lucha contra la represión sin precedentes que hay en Venezuela y que lleva sumergiendo desde hace años en una grave crisis humanitaria al pueblo venezolano, porque el gobierno de Nicolás Maduro intensifica dramáticamente día a día sus esfuerzos para aplastar toda oposición pacífica a su mandato. Y lo hace a través de un plan continuo silenciando, y reprimiendo cualquier nota discordante de su acción dictatorial y represora; y lo hace persiguiendo, aislando, desanimando, violando y aniquilando cualquier resquicio de resistencia y disidencia.
En este camino hacia la paz y hacia la libertad María Corina ha dado pasos muy grandes y valientes y por eso se le ha concedido este alto reconocimiento tan importante que reconoce la lucha no solo para Machado, sino también para el pueblo de Venezuela, que durante años ha soportado la represión y la persecución por atreverse a pensar diferente y a cuestionar a las autoridades por las violaciones de derechos humanos. Este premio va dirigido a todas esos venezolanos que han sido capaces de oponerse, de criticar y de enfrentarse a la crueldad del gobierno de Maduro. Este premio es un premio a la resistencia, a la justicia y a quienes asumen riesgos personales para buscar la libertad.
Ayer, en el Congreso de los Diputados, durante la sesión de control al Gobierno en el Pleno, la portavoz adjunta del PP Cayetana Álvarez de Toledo tras su pregunta de por qué el Gobierno no ha felicitado públicamente a la opositora venezolana, pidió un aplauso en pie para «esta heroína de la democracia». Esta ovación no fue correspondida por ningún otro grupo en el hemiciclo. Les confieso que no me extraña la decisión y la indiferencia del resto de los Grupos; todo ello es, por un lado la muestra y el fiel reflejo de lo que marca el presidente Pedro Sánchez al no querer felicitar a la premiada, escondiéndose de nuevo en la mentira al decir que “no se pronuncia nunca”, cuando en hasta en seis ocasiones felicitó Sánchez a ganadores de tan insigne galardón otros años; tres como secretario general del PSOE y otras tres siendo ya presidente del Gobierno. Y por otro lado tampoco me sorprende el silencio y la inacción del Grupo Vox tampoco me sorprende, porque Vox hace tiempo que se convirtió en una manada a modo de secta en la que si falta el macho alfa o no levanta la patita nadie lo hace sin su consentimiento o aprobación. Esta organización, que poco difiere en su estructura jerárquica y funcionamiento al de una secta recolecta cerrilmente seguidores, los despersonaliza y les da un cargo o responsabilidad obligándolos sumisamente a acatar servilmente sus creencias, sus normas, su funcionamiento, sus mentiras; y lo hace mediante variadas técnicas de engaño, de coerción psicológica, de amenazas, de ostracismo al disidente o al que piensa diferente o tiene criterio distinto. Me consta de muy buena tinta que muchos diputados del Grupo Vox se quedaron con las ganas de aplaudir apasionadamente y de levantarse efusivamente.