No sé si os he contado alguna vez, que la mariposa es uno de mis animales favoritos. Me gusta de ellas su capacidad de trasformación para volar libremente, pero lo que realmente me fascina aún más, es su reacción cuando quieres cogerlas. Cuanto más las persigues, mas huyen. Pero si vuelves la atención a otras cosas y no las obligas, ellas vienen y suavemente se posan en tu hombro.

Dicen que son una metáfora del alma y que representan el cambio. Posiblemente así sea; la metamorfosis en si es cambio, de larva a pupa y de pupa a adulto a lo largo de varios estadios, en los que crece una nueva cutícula a su medida, una nueva piel para poder vivir. A mí, me parecen belleza, sensibilidad, enigma, pureza, delicadeza, silencio, ilusión, voluntad, fuerza, pasión. Admiro de ellas su capacidad para no rendirse, para buscar lo mejor de la vida, aún sabiendo, que esta, será corta y que todo estará a punto de suceder y a la vez de concluir.
Resulta que las mariposas viven poco más de una semana. Siete u ocho días. Si lo traducimos a la vida de una persona, si una mariposa vive una media de 8 días y un humano una media de 80 años; un día de mariposa equivale a 10 años humanos. Qué diferencia ¿verdad? Saben que no será fácil pero, aun así, se ponen de punta en blanco, porque saben que merecerá la pena. ¡Fascinante! ¿No?

Hay una mariposa, la monarca, que hace un increíble viaje migratorio, desde Canadá hasta Méjico; es un viaje inverosímil, fantástico y enigmático. Vuelan en bandadas, como las aves, a gran altura, en línea recta y a velocidad constante. Increíble, ¿verdad?

Deberíamos aprender de ellas a elegir nuestro destino, a participar activamente de este viaje, a contribuir en algo. A saber que una idea, una vida sin acción es un sueño y los sueños, sueños son. Tendríamos que adaptarnos a los cambios como ellas lo hacen, cambiando de piel, de forma de actuar, de forma de pensar, según las circunstancias que nos toquen vivir. Exigiéndonos más, reflexionando qué podemos hacer nosotros, en nuestra cotidianeidad, en nuestro viaje migratorio, para cambiar lo que no nos gusta, incluido lo que no nos gusta de nosotros mismos, que lo olvidamos muy a menudo.

Me gusta de ellas, que parecen venir a la vida para rompen ciertos paradigmas. Me enamora de ellas, no solo sus vivos y bonitos colores, sino que son ajenas a su propia belleza. Me gusta su forma de vida lenta, sosegada. Su modestia, su sencillez, su timidez su pequeñez. Feliz año.

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