A veces se nos va la vida tratando de vivir la vida de los demás. Dedicamos gran parte de nuestra vida a prejuzgar la vida de los otros y a construir una verdad alternativa a partir de lo que nuestro cerebro interpreta con esos prejuicios con los que solemos simplificar las cosas. Nuestro cerebro ocupa gran parte de su energía en predecir, inventar e imaginar. Y lo construye en ocasiones a partir de prejuicios, sin conocer apenas la situación o la persona sobre la que se levanta todo ese infundio.
Vivir así constantemente, mirando a los demás y construyendo un mundo paralelo es como vivir mirando al abismo…Si miras mucho tiempo al fondo del abismo, el abismo puede pasar a formar parte de ti y entonces tu vida se convierte en vivir la vida de los demás.
Cuanto más fuerte es nuestra arquitectura moral, nuestros principios y convicciones, menos necesitamos beber del manantial del prejuicio y por supuesto, menos amenazados nos sentiremos en nuestra autoestima. Los prejuicios nos impiden cambiar y hacen que siempre estemos situados en el mismo lado del tablero, con las mismas formas de ver las cosas y con los mismos posicionamientos que siempre tuvimos. En muchas ocasiones se crean por conveniencias o por vagueza… Por no enfrentarse a la realidad, por no querer conocerla o incluso por no querer reflexionar más allá de las fantasías que nuestro cerebro crea.
Tenemos la mala costumbre de no querer conocer a las personas de verdad, de conjeturar sobre su vida, sobre sus decisiones, sobre sus acciones. Tenemos la mala costumbre de conocer tarde, de valorar tarde, de pedir tarde, de preguntar tarde, de entender tarde. Siempre lo dejamos para luego y este luego da paso a otro luego.
Siempre he pensado que el ahora en ciertos asuntos es importante; la amistad es uno de ellos. Si dejas que la amistad se mueva en estas tierras movedizas del luego, entonces, estás abonando para que los prejuicios inunden toda tu relación de amistad y deje la categoría de incondicional y desinterés. Un amigo es aquel que no se deja llevar por sus prejuicios, es alguien incondicional.
Es posible que necesitemos más tiempo para conocer mejor a nuestro cerebro y controlar nuestras emociones y a ese afán de prejuzgar que no lleva a otro sitio que al abismo.