No es buena noticia que Guadalajara se quede sin el FESCIGU. No se le puede quitar a la ciudad parte de su historia reciente y de su cultura, porque es como quitarle parte de su esencia. Si quitas y censuras todo aquello que está lejos de tí porque ellos hacen lo mismo cuando están en el poder es de una hipocresía insoportable, es poco ejemplar y es una utilización política de la libertad. Los guadalajareños queremos diversidad y pluralidad cultural, queremos libertad de expresión y tolerancia.
El asunto de la politización de la cultura es extremadamente grave, es una forma de corrupción moral y de pensamiento. Muchos de nuestros políticos creen que dar la batalla de las ideas es censurar y anular actos culturales. Ese tipo de batalla cultural es pura ideología fanática contra la que debemos rebelarnos. Nos obligan a escoger bando y eso hace mucho daño a la cultura de Guadalajara.
Soy consciente que el cine español está demasiado politizado, y eso hay que solucionarlo, pero no a golpe de cancelación. El cine es un arte con mucho trabajo, talento y profesionalidad detrás que necesita llegar a un público que lo aprecie sin prejuicios ni ideologías. El cine es una fábrica de sueños, de ideas, de sentimientos, de aspiraciones, de deseos, de esperanzas, de historias inagotables, de humanidad. Es una excelente herramienta de valores y de comunicación que se tiene que articular y cimentar a partir de la rabiosa subjetividad de miradas heterogéneas.
El cine en Guadalajara no puede convertirse en una cosa política ni en un vehículo para la propaganda del poder, tiene que ser motor de cambio social y económico para la ciudad. Todo el que busque el cine para influir en nuestras ideas políticas y para alterar los números electorales hace mucho daño a la ciudad.