«Yo el domingo no voy a ir a votar porque los políticos y este Sistema es una gran farsa llena de embusteros y embaucadores.» Esto me decía un vecino, ya nonagenario, con el que me gusta hablar de vez en cuando porque tiene una forma muy práctica de entender la vida y con mucho sentido común.
La verdad es que no me extrañó su respuesta ante mi pregunta de si iría el domingo a votar… Y es que existe una peligrosa tendencia al desánimo en la participación política, que suele reflejarse en las elecciones europeas con una disminución de la participación de casi diez puntos porcentuales respecto de las elecciones generales. «No votar no es una solución efectiva al hartazgo con el actual sistema de partidos, y se lo digo por experiencia vivida», fue mi respuesta.
Muchos de los votantes guadalajareños y de toda España mostrarán su hartazgo no yendo a votar este domingo. Sin duda se explicará fácilmente la gran abstención a partir de esta decepción tan generalizada hacia este sistema democrático tan poco representativo e inmaduro que tenemos. Para muchos ciudadanos es frustrante ver a los políticos tan alejados de la sociedad civil, tan poco ejemplares y sobre todo tan interesados. Actualmente nuestra democracia se encuentra en crisis por la falta de confianza, transparencia, ejemplaridad y efectividad de nuestros gobernantes para conectarse con los ciudadanos.
Continué la conversación con mi apreciado vecino diciéndole que la democracia debe de ir más allá del voto y de estas formas tan tradicionales y viejas de participación política que tenemos en nuestro Sistema. Debemos de hacer política desde la sociedad civil y buscar el fortalecimiento de los espacios cívicos que representen verdaderamente los intereses colectivos.
Le intenté explicar que el voto es un acto individual y que muchas veces responde al deseo o interés egoístamente personal de quien lo ejerce, pero que el voto – le decía- también es un acto estrechamente conectado con la dignidad y libertad de otros. Nuestro voto está ligado a los planes de los demás, a sus sueños, intereses o deseos. Votar también es un acto de solidaridad. Terminé la conversación pidiéndole que no se dejará abrazar ni embaucar, ni por la pereza ni por el hartazgo, pues la solución de nuestros problemas cotidianos reside, en gran parte, en una Europa que haga políticas de calidad.
Mi querido vecino con su voto, con su pequeño acto de solidaridad que a simple vista pareciese insignificante puede por un lado premiar o castigar determinadas opciones o proyectos políticos; pero sobre todo con su voto podrá ayudar a cambiar el mundo en el que vive porque las decisiones tomadas por el Parlamento Europeo afectan a la vida diaria de los guadalajareños; a nuestro comercio, a nuestra seguridad, a nuestra salud, a nuestro medio natural y rural, a nuestra economía y a tantas otras cosas muy importantes.