Casi una cuarta parte de España está amenaza por la desertificación, por los incendios forestales, por la pésima planificación urbanística y por ciertas prácticas agrícolas. Pero esos desiertos no son los únicos que están secando España. Hay otro desierto, el demográfico, que lleva desde los años 50 desafiándonos e hiriendo a miles de pueblos españoles.
El gran éxodo del campo a las ciudades provocó una descompensación territorial de la que no sabemos salir ni solucionar. Ya son 14 las provincias en las que más del 80% de sus municipios no pasan de mil empadronados. El año pasado España perdió 67.374 habitantes, pero la suma de población de todas las capitales de provincia se apuntó un incremento de 14.000 personas: la despoblación sigue cayendo estrepitosamente es en las áreas rurales.
Las causas de esta despoblación y los motivos que llevaron a tantos españoles a emigrar a las ciudades son sobradamente conocidas y tienen que ver con los mayores sueldos que se pagaban en las ciudades, las mayores oportunidades laborales y unos mejores niveles materiales de bienestar.
Nuestros políticos conocían sobradamente esta génesis del problema, estas causas de despoblación y también tenían estudios de las consecuencias y de posibles soluciones. Pero, a pesar de ello, ni hicieron, ni hacen nada para cuadrar esta asimetría y equilibrio entre sus regiones y promover un reequilibrio territorial; a pesar de que con la llegada de la Constitución del 78 y su descentralización autonómica, nos prometieron comprometerse en la búsqueda de soluciones a los problemas territoriales de España para paliar la atroz despoblación y abandono de nuestro mundo rural…Y no lo hicieron a pesar de disponer de mucho presupuesto, de conocer la gravedad del problema, de tener la suficiente estabilidad política y financiera para poder haber puesto límite a esta despoblación y a estos problemas demográficos.
España es fascinante pero estos desiertos rurales están acabando con su diversidad cultural, con su esencia, con sus tradiciones, con su cultura. La situación es muy grave y los gobiernos autonómicos están más interesados en el crecimiento nacionalista, en discusiones de contenido simbólico de extremar identidades y particularidades territoriales, que en la búsqueda de fórmulas para evitar que España se vacíe por muchos de sus costados. Las comunidades en estos cuarenta últimos años, no han logrado incluir este asunto en sus agendas, no han conseguido actuar de un forma concreta y eficaz con actuaciones para favorecer el turismo rural, la producción agraria competitiva, ni en facilitar el trabajo desde casa on line, con una infraestructura digital de calidad; ni en potenciar la industria agroalimentaria, ni en estimular la posibilidad de soluciones creativas, para convertir esos desiertos españoles en un lugar de oportunidad.
Hacen falta urgentemente políticas de Estado, que de un forma muy concreta y para cada sitio, busquen soluciones particulares a través de ideas novedosas, nacidas en el talento, en el conocimiento, en el emprendimiento, en la creatividad y en la singularidad y en las posibilidades y potencialidades de cada uno de los desiertos rurales que tenemos en España.