¿Os habéis dado cuenta que el manifiesto que se ha elaborado en apoyo a Pedro Sánchez está firmado por multitud de periodistas a pesar de tener un lenguaje político y nada periodístico?

Resulta también paradójico que el presidente del Gobierno hable del respeto al trabajo de los periodistas y a la libertad de información como pilar fundamental de la democracia en España y seguidamente les realice un ataque despótico repleto de cólera, avisando que tomará medidas para controlar aun más a los medios de comunicación.

Me he encontrado en mi camino periodistas muy valientes y también muy sumisos con el poder político debido principalmente a la precariedad laboral en la que viven. Esas condiciones laborales siguen siendo el mayor problema que sufre la profesión unido a la falta de independencia política y económica de los medios en los que trabajan.

Lo que no es habitual encontrarme es a periodistas críticos con el estado de degradación de su profesión que estén dispuestos a decir las verdades del barquero, a airear los trapos sucios y a denunciar las rutinas tóxicas de las redacciones. Haberlos haylos, tengo amigos entre ellos aquí en Guadalajara que nunca perdieron la brújula de su profesión, de ellos mismos, de lo que es el periodismo, de lo que fue y de lo que debería de ser.

El mundo del periodismo, como explica muy bien Rubén Arranz en su novela “Perro come perro”, debería ser más autocrítico con su profesión y no autocensurarse y limitarse tanto. Debería perder el miedo a perder su trabajo por hacer un periodismo libre de esas obligaciones con los políticos y sus partidos. Sé que están indefensos por sus bajos sueldos y con la espada de Damocles siempre cercana, sobre todo a los más valientes y críticos. Siempre despiden antes a los más rebeldes que a los sumisos y eso hace que salgan fuera los más válidos y que las redacciones se llenen de mansos.

Todos deberíamos defender la pluralidad informativa y la transparencia en las instituciones y en los gobiernos y abrir un control que impidiese distribuir el presupuesto de propaganda en función de intereses partidistas, evitando que fuera una herramienta propagandística, o que los medios fuesen excluidos por no ser afines a su ideario político e ideológico. Esto mejoraría sin duda nuestra calidad democrática.

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