Nos hemos acostumbrado a vivir con la mediocridad y hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas, por premiarla, por ensalzarla y por aplaudirla. Ha ganado la cultura de la anti-excelencia y gran parte de este éxito se lo debemos a nuestros políticos. Este sería el resumen del maravilloso artículo de Forges, “El triunfo de los mediocres”, que se está haciendo viral y que les dejo por aquí para que disfruten o más bien se enfurezcan con él.
Donde más veo y donde más se da esta actitud y este “éxito” es en los centros educativos y en las instituciones y organizaciones que los gestiona. Y no solo en lo académico sino también en lo ético, en este asunto van de la mano. Desde la elección del delegado de clase, del premio a mejor alumno… al mejor profesor, el coordinador de ciclo educativo o jefe de departamento. Del director del centro educativo o del inspector. O del máximo responsable provincial, regional o nacional… De sus equipos de gobierno. De las figuras sindicalistas…De multitud de personas y cargos relevantes del mundo asociacionista educativo etc. En todas ellas ha triunfado la mediocridad.
No están los mejores por meritos, están los mejores en hacer favores y cobrárselos, los mejores hipócritas, los más ambiguos, los que hacen las cosas para que sean vistas por los demás y para que puedan publicitar que las han hecho. Son simpáticos y sociables, han dedicado y dedican una gran parte de su tiempo a formarse en ello, en caer bien, con sus chascarrillos y sus amables comentarios. Están los mejores en medrar pisando y en no salirse del caminito que marca la ortodoxia del cargo y de la institución o cúpula que le colocó allí, pues a ella se deben y para ella trabajarán.
La buena formación, los méritos, los valores, la actitud, el sacrificio, la entrega, el esfuerzo, la personalidad, el interés, las habilidades o aptitudes…Todo esto que siempre se ha identificado con las sociedades más avanzadas, hoy ya no tiene sentido porque ha triunfado la mediocridad. Este es nuestro modelo y paradigma de éxito. ¡Qué pobreza moral, intelectual y educativa!
El triunfo de los mediocres
“Quienes me conocen saben de mis credos e idearios. Por encima de éstos, creo que ha llegado la hora de ser sincero. Es, de todo punto, necesario hacer un profundo y sincero ejercicio de autocrítica, tomando, sin que sirva de precedente, la seriedad por bandera.
Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes, con una huelga general, o echándonos a la calle para protestar los unos contra los otros.
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo.
Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente.
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan, alguien cuya carrera política o profesional desconocemos por completo, si es que la hay. Tan solo porque son de los nuestros.
Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre, reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
– Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente basura.
– Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un solo presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional.
– Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir, incluso, a las asociaciones de víctimas del terrorismo.
– Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado.
– Mediocre es un país que tiene dos universidades entre las 10 más antiguas de Europa, pero, sin embargo, no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
– Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas.
– Mediocre es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada.
– Mediocre es un país en cuyas instituciones públicas se encuentran dirigentes políticos que, en un 48 % de los casos, jamás ejercieron sus respectivas profesiones, pero que encontraron en la Política el más relevante modo de vida.
– Es Mediocre un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza.
– Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
– Es Mediocre un país, a qué negarlo, que, para lucir sin complejos su enseña nacional, necesita la motivación de algún éxito deportivo.
ANTONIO FRAGUAS DE PABLOS (FORGES)
Grande Forges, pleno acierto y perfecta descripción, sin colores ni siglas. Bravo.