NO FALTES A CLASE EL 24N

“Falta a clase para todo el día lectivo” dicen en un cartel de un sindicato incitando a la huelga estudiantil, haciéndolo coincidir con la convocatoria a huelga general convocada para hoy desde ese mismo sindicato.

En cualquier país de nuestro entorno sería un enorme escándalo que se utilizaran las aulas para adoctrinar a los jóvenes. La enseñanza es un derecho fundamental que debería estar presidido por una estricta neutralidad.

La politización de los sindicatos les ha hecho perder credibilidad. Creo que un buen sin­dicato debe estar para unir y no para dividir. La fractura que buscan constantemente no contribuye en nada a la labor primordial de estas asociaciones, que es la defensa de los derechos y las mejoras de las condiciones de los trabajadores, pensionistas y personas más vulnerables.

Hoy, están usando éstas prácticas pseudo sindicalistas y políticas con un triple objetivo, el primero para adoctrinar e influir en los jóvenes. En segundo lugar para ganar nuevos militantes y afiliados y en tercer lugar como oportunidad para aumentar su estrategia política y su potencia cuantitativa en las calles.

Los partidos políticos utilizan las manifestaciones y las huelgas en su propio beneficio. Se dedican a movilizar en la protesta para que les votemos. Siempre quieren convertir esa energía de la calle en fuerza electoral. Se aprovechan del cabreo que se genera y les viene muy bien el desgaste para ganar y activar votantes y afiliados.

Nuestros políticos, las élites de los partidos principalmente no toman las decisiones teniéndonos en cuenta, mirándonos a la cara y escuchando nuestras necesidades. Cuando surge un problema reaccionan tarde, mal y con intereses muy alejados de lo social o moral, de la calle, de las personas, de su vida normal, de lo cercano, de su cotidianeidad. Solamente piensan en sus intereses y conveniencias de partido.

El modelo de enseñanza bilingüe hace aguas

Desde este viernes hasta el domingo se celebrará en el Campus de Guadalajara el IX Congreso Internacional de Enseñanza Bilingüe (CIEB 2023). Lo organiza la Universidad de Alcalá y la Asociación Enseñanza Bilingüe y reunirá en Guadalajara a más de 400 profesionales: profesores, editoriales, asociaciones, investigadores, formadores, técnicos e incluso algún político.

He escuchado decir a su director, Xavier Gisbert, que la enseñanza bilingüe ha supuesto “la mayor innovación de la enseñanza en los últimos tiempos”. Olvidó en su discurso de presentación decir que cada vez más los centros educativos de Castilla-La Mancha -y de toda España- que imparten estudios de Infantil, Primaria, ESO, Bachillerato y Formación Profesional abandonan sus proyectos bilingües. Muchos de ellos lo hacen decepcionados con el modelo porque los niños ni aprenden inglés ni las materias. Están saliendo del programa y vuelven a dar las asignaturas en español por los problemas de aprendizaje de los alumnos.

Muchas de las familias y los docentes lo califican como “la gran chapuza”. Así es, fue un modelo impuesto por las administraciones y por nuestros políticos en búsqueda de rédito electoral y con ese afán de politizar la Educación en vez de hacer buenas políticas educativas, potentes y útiles. En vez de legislar y desarrollar currículos con conveniencias ideológicas desde sus cómodos despachos deberían dignarse de vez en cuando a bajar a la tierra y reunirse con los que saben de verdad sobre el tema, que son los maestros y los profesores de Secundaria y Bachillerato.

Cada vez más el sentir general respecto a la educación bilingüe es que es un modelo débil con síntomas de fracasar, que hace caer el rendimiento académico y reduce el nivel de las materias. Es un modelo en el que el alumnado participa menos y que empeora considerablemente el resultado en los exámenes y además provoca un mayor índice de problemas de conducta en la clase.

Además el bilingüismo segrega porque el que no llega al nivel busca otro centro que no lo tenga, de manera que el alumnado se va agrupando en función de sus posibilidades. Incluso, dentro del propio centro también diferencia a los alumnos.

Los padres cada vez más son conscientes de estos problemas y de esta realidad y deciden que sus hijos no participen en el programa de secciones bilingües al que está adherido el centro y que la sección bilingüe en el centro no sea la única opción para sus hijos. Son muchas las críticas y quejas que se hacen al programa de secciones bilingües; y no sin sentido. Los padres no quieren que sus hijos den clases troncales en inglés, ya que a la hora de matricularse no existe una alternativa hasta llegar a secundaria, cuando sí que pueden elegir. Muchos exigen una alternativa, una evaluación y replantear el modelo y sobre todo claridad y que no les vendan milongas. Muchos padres ven como sus hijos no profundizan en los contenidos como se haría en español y el inglés que se aprende no aporta nada para la vida diaria.

Nunca tuvo que ser obligatorio este programa, ya lo dijimos algunos desde el principio y se nos achacó de malos docentes y de antisistemas. Este modelo provoca mucha frustración y desasosiego en padres y alumnos. Los niños tienen que echar muchas horas y al final solo es para aprobar muy raspados y lo único que provoca es que cojan manía y al final odien al inglés. Este modelo de enseñanza bilingüe comenzó mal desde su inicio, por un lado siendo obligatorio, en segundo lugar sin la formación adecuada del profesorado y  siendo absolutamente segregador hacia aquellos alumnos con notas más bajas, que no deja de ser una exclusión en toda regla.

Como profesor de Ciencias Naturales critiqué este programa de enseñanza bilingüe para este área porque es una asignatura con un vocabulario excesivamente técnico. Es evidente que cuanto más expositivo y técnico es el texto, menos adecuado es para la adquisición de una lectura comprensiva. Fui profesor en un Instituto de una localidad de Guadalajara con dos centros de Infantil y Primaria y un único IES; uno era bilingüe y otro no. La diferencia del nivel del alumnado que recibía en los conocimientos de los contenidos curriculares de mi área era increíble. Incluso el temario impartido en esos cursos de Primaria era diferente para bilingüe o no bilingüe. Muy escaso en el primero.

Si realmente queremos mejorar el nivel de bilingüismo la enseñanza del inglés debería adquirir mayor peso y otro enfoque en el currículo. Complementariamente a esto las familias también tienen trabajo por delante y deberían hacer un esfuerzo y fomentar en casa la lectura de libros en inglés y el visionado de películas en ese idioma.

Seguramente si hubiésemos escuchado y atendido las reclamaciones, las quejas, las sugerencias y las aportaciones de los que estamos en la tiza no hubiésemos llegado a esta situación en la que el bilingüismo no levanta cabeza.

VIOLENCIA Y AGRESIVIDAD EN JÓVENES

Me comentaba ayer una amiga que trabaja de educadora en un centro educativo de menores de máxima seguridad, en régimen cerrado, que cada vez llegan más casos y perfiles de jóvenes infractores más violentos y que les toca cumplir condenas más largas. Está muy preocupada por un problema que se agrava cada vez más y que ve que no se esté dando una respuesta apropiada.

Le decía que tristemente nos hemos acostumbrando al aumento de la violencia y agresividad entre los jóvenes, sin que nadie haga nada al respecto. Vivimos que un país en el que apenas se hace nada coherente y eficaz para solucionar los problemas grandes. Este lo es. Las penas son ridículas y la edad penal establecida a los 18 años aunque se les puede exigir responsabilidades a los 14 parece que necesita una revisión urgente, pues parte de la base que hasta esa edad hay un déficit de culpabilidad, ya que el niño, supuestamente, no está en condiciones de darse cuenta de lo que la Ley exige.

Los dos teníamos la firme convicción que es necesario reformar la ley de responsabilidad del menor y también la necesidad de elaborar un Plan nacional para abordar este asunto empezando por analizar las causas y por estudiar el entorno violento que rodea a los jóvenes y las respuestas que se dan por parte de las instituciones, de los políticos y de todo lo que rodea a los jóvenes.

Me decía ella muy indignada que algo está pasando en la sociedad; nuestros jóvenes están cada vez más rodeados de violencia, en las series, en el cine, en los medios de comunicación, en las redes sociales, en los videojuegos y hasta en la propia política. Es una situación en la que tenemos que trabajar y pensar qué es lo que está pasando. Tenemos que empezar a articular una respuesta educativa inmediata ante estos comportamientos agresivos de nuestros jóvenes.

Le comentaba que la familia también debe de jugar un papel muy importante en este asunto y debería ser el pilar sobre el que se sujete el desarrollo de estos jóvenes. Deberíamos analizar y reflexionar sobre el estilo educativo de los progenitores y sobre el modo de relacionarse de hijos y progenitores. Tal vez, le decía a mi amiga, nuestros jóvenes no tienen demasiadas referencias, ni en sus mayores ni en su entorno. Sus firmes aliados son el móvil, la tablet, el ordenador, los videojuegos, las series, las redes sociales y sus grupos de whatsApp; grupos de WhatsApp en los que a veces se les encuentran archivos y material de mucha violencia extrema: insultos, vejaciones, contenido sexual violento, amenazas y un montón de salvajadas más que revuelven el estómago a cualquiera.

Los dos teníamos claro que detrás de un joven agresivo se pueden esconder muchas causas, y no todas son achacables a la educación: pueden ser también fisiológicas o psicológicas. Y en la adolescencia, igual que en la infancia, hay que tener siempre presente que quien se porta mal es que está mal por alguna razón. Por todo ello las soluciones en numerosos casos deben de pasar por cambiar las circunstancias que rodean al joven.

Terminamos la conversación hablando de la falta de autoridad, de la crisis de valores que vivimos y que faltan muchos recursos para afrontar estos nuevos retos que se están generando, y que tampoco es ninguna solución internar en un centro de menores a un adolescente, ya que estos mismos se han convertido en una entrada de dinero, que lo único que hacen con el mismo, es dilapidarlo y malgestionarlo.

¿A quién pertenece el derecho de educar a nuestros hijos?

¿A tí, como padre, o al Estado? Esta pregunta es la que lleva generando mucha tensión entre padres y Estado desde hace muchos años. La puso de manifiesto la exministra Isabel Celaá, en su momento en relación con el asunto del Pin Parental, llegando a decir que «los hijos no pertenecen a los padres».

El Gobierno, a través del Consejo de Ministros, ha vuelto a ponerla de manifiesto esta semana con la propuesta del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 de la tramitación administrativa urgente del anteproyecto de Ley de Familias. Entre sus novedades más destacadas se encuentra la prohibición del Pin Parental.

Se dice en esta Ley que “los progenitores o adultos responsables no podrán limitar o impedir el acceso de niñas, niños y adolescentes a la información y su participación en actividades de sensibilización y difusión de la diversidad familiar que se desarrollen en el marco educativo, a fin de evitar una restricción de sus derechos a la educación y al libre desarrollo de su personalidad”.

Como docente, siempre he creído y defendido firmemente que los padres, más que el derecho a educar a sus hijos, lo que realmente tienen es el deber; tienen esa obligación. Y esa responsabilidad de hacerlo no pueden cederla; un deber nunca se puede ceder. No pueden traspasarla, es intransferible.

El Estado debe proporcionar los medios, los recursos, las herramientas para colaborar y facilitar a los padres esta obligación de educar a sus hijos durante la edad escolar. “El Estado no debe enseñar sino que debe permitir enseñar”. Si el Estado entra a educar a tus hijos de un determinado modo o manera contrario a tu idea, a tus principios morales, el Estado está impidiendo el cumplimiento de tus obligaciones paternales, y por tanto violando tu integridad y tu derecho como padre. Y por supuesto el de tu hijo también.

No debemos permitir que el Estado u otros agentes externos a la Educación se introduzcan en la formación de nuestros hijos y, menos todavía, en un asunto tan personal como es la educación sexual y afectiva, que es lo que pretenden con esta Ley de Familias y con la ideología de género tan aberrante que están introduciendo en las aulas y que claramente se aleja del sentido común y de la biología natural.

El apartado 3 del artículo 27 de nuestra Constitución lo dice textualmente: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Parece evidente que se está atentando contra la libertad, por un lado, de los padres, y, por otro, de los menores, al obligarlos a asistir a recibir contenidos sin dar información previa a los padres sobre estas actividades e imponerles unos contenidos muy cargados de ideología de género partidista.

Las cargas ideológicas que llegan a la escuela cada día son más grandes y están preñadas de demasiadas conveniencias del poder de unos gobernantes que imponen políticas educativas ideológicas por encima de la voluntad de los padres. Olvidan a la escuela y a sus verdaderos actores: a los maestros, a sus alumnos y a sus familias. Les damos igual.

Debemos impedirlo; dejar en manos del Estado la Educación implica el riesgo de que esta se manipule por intereses políticos ajenos a los criterios estrictamente educativos. Dirigir y usar espuriamente la Educación por quienes dirigen el Estado siempre ha sido una tentación y un objetivo, pero lo que pretenden ahora nos puede acabar llevando hacia niveles crecientes de monolitismo y de pensamiento único terrible.

Una sociedad madura debe ser capaz de impedir que la Educación quede absolutamente a merced del Estado. No pueden quitarnos y restringir las libertades y nuestros derechos fundamentales. Debemos evitar que nos metan en una dictadura para adueñarse de la Educación. No podemos dejar que nos roben la libertad que tenemos como padres a garantizar la educación moral que queremos para nuestros hijos.

Los libros de texto convertidos en manuales de adoctrinamiento

Ha pasado ya mucho tiempo desde que aquel viejo profesor de Didáctica de la Educación nos hablaba del valor, del carácter didáctico y de la importancia del libro de texto. De cómo eran igual de necesarios tanto para el alumno como para el profesor, pues debían servir para guiar mucho mejor la clase.

Nos explicaba con su habitual pasión y sentimiento que con los libros de texto teníamos garantizado que los niños iban a tener los contenidos necesarios para ajustarse al currículo educativo independientemente del centro escolar y del sitio de España en el que estuviésemos ejerciendo.

Nos decía con su maravilloso discurso retórico y con su espectacular arte de la elocuencia que el libro de texto debe ofrecer siempre una información fiable y veraz, adecuada en un tono y formato de la verdad mayúsculo. Solo así, nos decía con su voz firme, el libro de texto podrá ser una herramienta fundamental en cualquier educación.

Ya han pasado algunos años de aquellas clases magistrales y sin embargo, el carácter y la importancia del libro de texto debería seguir inmutable hoy para nosotros, los profesores, en nuestro día a día y cotidianidad docente. Tristemente no es así y los libros de texto que se usarán para el próximo año lectivo parecen más parte de la propaganda del Gobierno del socialista Pedro Sánchez que manuales didácticos para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Parece evidente que algunos editores de los libros de texto están perpetrando la gran traición a España construyendo post-verdades y dejando a un lado el rigor académico de los libros. Todo un despropósito que dejará huella en la calidad educativa y en los valores de nuestros jóvenes.

La culpa de esta manipulación de la Educación es, sin ningún género de duda, de estos políticos que quieren adoctrinar a nuestros hijos de forma ideológica y partidista; pero también de todos los cómplices de este despropósito. Unos por manipuladores, por acción; otros por omisión, por indolentes, por irresponsables y por sumisos; como los profesores y padres que permanecen silentes e impasibles ante estos planteamientos ideológicos y partidistas en la educación de sus hijos y alumnos; o los sindicatos y las asociaciones educativas que permanecen impertérritos ante estos nuevos currículos de enseñanza adoctrinadores adaptados a esta Ley LOMLOE (promovida desde el más burdo sectarismo y aprobada sin el consenso amplio) que se impartirán a partir de septiembre en los cursos impares tiñendo de ideología las páginas de numerosos libros de texto aprobada sin es amplio consenso.

Los libros de texto se han convertidos en catálogos de programas políticos con numerosos contenidos y conceptos que implican una carga ideológica muy importante y que no contribuyen a adquirir las competencias. Quieren crear activistas de sus leyes ideológicas. Es un escándalo que estos libros -más bien manuales- de diferentes editoriales asuman en mayor o menor medida la agenda ideológica del Gobierno de Sánchez, llegando en algunos casos a fomentar, a promover y a incitar directamente el odio contra VOX.

Es realmente preocupante la merma de la calidad que provocará esta nueva norma educativa, sobre todo en la rebaja de los umbrales de exigencia. Una Ley que nos trae unos nuevos libros de texto que reproducen de un modo indisimulado la ideología que quiere inculcar el Ejecutivo sanchista, pretendiendo convertir a los alumnos más que en estudiantes en verdaderos activistas del pensamiento que emana hoy de Moncloa.

Libros de texto que se centran en temas como la perspectiva de género o la exaltación del ecologismo y que erigen al Partido Socialista como ejemplo de lo que es la “democracia plena”. Libros que venden la mal llamada “memoria democrática”. Libros que inciden en la permanente advertencia del “acecho de la ultraderecha”. Libros, como el de Historia del Mundo Contemporáneo, de Primero de Bachillerato, en el que se presenta al partido de Santiago Abascal como una formación de “herencia” nazi y fascista. Libros en los que se culpabiliza a EE.UU y no al tirano Maduro del hambre y el éxodo en Venezuela.

Esta Ley y estos libros de texto no van a hacer más que agravar los males que desde hace años acechan y amenazan a la Educación en España.

Acoso escolar en los colegios

La semana pasada tuve la visita de una madre guadalajareña en el despacho de mi Grupo en el Ayuntamiento de Guadalajara. Su desgarrador testimonio es la semilla y el germen del nacimiento de este artículo que ahora mismo están leyendo.

Me contó que cuando deja a su hijo en el colegio tiene miedo. Que es una tortura continuada y constante para ella y, sobre todo, para su hijo. Y lo es porque no ve que el centro escolar al que va su hijo sea un lugar seguro físico y emocionalmente para él. Me narraba con lágrimas en los ojos que no ve que su hijo pueda acceder a su derecho a la educación en un entorno saludable y amable y que vive comportamientos de desprecio y ridiculización y comportamientos de intimidación, amenazas, exclusión y bloqueo social.

Esta madre acudía a pedirme ayuda porque su hijo estaba siendo víctima marginada y despreciada en su entorno educativo por sus iguales con la indiferencia, el silencio, la complicidad y la pasividad de los adultos profesionales de la Educación cercanos a él en el colegio.

Me decía esta madre que su hijo estaba sufriendo maltrato y acoso escolar, que día a día estaba quedando expuesto emocionalmente en manos de sus agresores y que esto generaba ya consecuencias graves en un niño que aún no tiene forjada su personalidad. Esta madre venía desesperada buscando ayuda, comprensión y, sobre todo, buscaba una fórmula para poner fin al tormento que está viviendo su hijo. “Si esto no es acoso, ¿qué es acoso entonces?”, me decía esta madre desesperada.

Así se sienten las familias cuando los protocolos contra el acoso escolar se quedan en papel mojado porque quien los tiene que aplicar niega que exista un problema o el procedimiento es demasiado lento. Estos protocolos existen, pero los parámetros son difíciles de demostrar y los colegios, como instituciones, dejan mucho que desear en el tratamiento y gestión para atajar estas dramáticas situaciones.

El acoso escolar es una lacra muy grande sobre la que debemos concienciar, sensibilizar, formar y aportar soluciones para identificarlo rápidamente y desarrollar buenas prácticas y una gestión eficaz.

La percepción que tienen la mayoría de padres, y también de profesores, sobre este asunto es que los centros ocultan casos de acoso para no dañar su imagen, y también que este asunto del acoso no se exterioriza o pasa inadvertido para los padres. Los padres quieren que los centros educativos sean lugares de protección y que haya una actuación enérgica para acabar con estos comportamientos.

El acoso escolar es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares y recurrente en el tiempo. Es una forma de violencia extrema. Consiste en una tortura continuada y constante, mediante la cual el agresor deja a la víctima subyugada, marginada y despreciada, a menudo ante la indiferencia, silencio o complicidad de otros compañeros o adultos cercanos a ambos. La víctima maltratada queda emocionalmente en manos del agresor, generando consecuencias graves en los menores, que aún no tienen forjada su personalidad.

Otro problema que acentúa el acoso escolar son las redes sociales y el uso del teléfono móvil, que se convierten en una caja de resonancia de lo que ocurre físicamente en el centro escolar, multiplicando el daño en la víctima.

El acoso escolar comienza en edades tempranas, siendo en Primaria donde más se produce, y reduciéndose paulatinamente a medida que los niños van creciendo y pasando por distintas etapas de asentamiento de la personalidad.

Las autoridades públicas solo contabilizan los casos que trascienden por medio de denuncias, que es un porcentaje muy pequeño. Las denuncias que se hacen suelen ser a causa de lesiones físicas, fáciles de determinar mediante un parte médico de lesiones. Pero está comprobado que el acoso psicológico es más grave que el físico y suele convivir con éste.

Sabemos que la violencia que se ve, la física, supone solo un 10 por ciento de los casos, permaneciendo oculto el otro 90 por ciento del acoso escolar en forma de agresiones psicológicas, que pueden generar daños a medio y largo plazo: estrés, depresión, ansiedad, suicidios…

Deberíamos empezar a trabajar en un Plan Nacional contra el acoso escolar, ya que las secuelas que puede sufrir un niño o adolescente ante el acoso escolar pueden ser gravísimas para su futuro y para su desarrollo como adulto, pudiendo desembocar en trastornos depresivos, ansiedad e incluso el suicidio.

Deberíamos implantar un Plan Nacional de prevención del Acoso Escolar para los primeros ciclos de la educación, poniendo el esfuerzo principal en Primaria, que es donde más se detecta y donde se podrá frenar a tiempo.

Deberíamos elaborar una Ley integral de prevención de la violencia en las aulas. Deberíamos dotar de recursos y procedimientos a los agentes sociales, profesores, familiares y otros adultos para facilitar la detección temprana del acoso escolar.

Deberíamos impartir cursos de entrenamiento infantil para la prevención del acoso escolar, proporcionando a los alumnos herramientas útiles para su vida, como la empatía o la asertividad, dotándoles de modelos de comportamiento positivo, y potenciando la inteligencia social y emocional, y la cultura del esfuerzo. Con el objetivo de dotar a los alumnos de autonomía, competencia y seguridad.

Deberíamos trabajar con las familias, para que aprendan a detectar el acoso escolar de manera temprana y poder evitarlo en sus hijos y en sus compañeros, trabajando junto con los profesores y resto de personal de los colegios.

Deberíamos concienciar a la sociedad sobre esta situación de violencia y potenciar su rechazo total para que madres como la que se acercó a hablar conmigo no se sienta desesperada y, sobre todo, su hijo pueda estar arropado más de lo que ahora mismo lo está.

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