A todo el mundo nos encanta la sinceridad, pero cuando conocemos a alguien que la practica con cierta asiduidad, deja de parecernos tan interesante, dejamos de ponerla en valor e incluso la etiquetamos de mal gusto.
Cuando pedimos la verdad lo hacemos de forma positiva, pero cuando la escuchamos-sobre nosotros mismos- la percibimos ya como algo negativo. Es curioso como se transforma su polaridad en tan solo unos instantes… En la vida como en la fotografía hay que pasar los negativos a positivos y no al revés, como sucede en este asunto.
Todos queremos sinceridad pero ¿estamos preparados para ella? Deberíamos de estarlo, pues a partir de recibir esa verdad se puede avanzar; sin embargo si construyes bajo el engaño, tarde o temprano la veracidad de las situaciones, de los acontecimientos, de los hechos te impedirá vivir con la suficiente espontaneidad y sencillez como para poder sonreír de una forma nada fingida y saludar de una forma sincera y nada hipócrita. Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula-decía Diderot- y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga.
A lo largo de esta semana he hablado mucho de dos de los mayores engaños que hemos construido en los últimos años; uno es el de nuestra democracia y el otro el de nuestra educación.
El último informe PISA evidencia dos graves defectos del sistema educativo: la inadecuada metodología pedagógica y lo obsoleto del sistema de formación y perfeccionamiento del profesorado español. Los alumnos españoles empeoran sus resultados en la prueba de resolución de problemas en la vida cotidiana del último Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos (PISA), con una puntuación de 477 puntos, 23 por debajo de la media de la OCDE (500 puntos) y cinco menos que las realizadas en el año 2003. Así, España se sitúa en el puesto 23 de los 28 países de la OCDE que participan en esta prueba.
Los resultados demuestran que los estudiantes españoles tienen dificultades para comprar una combinación de billetes si surgen complicaciones como perder uno de los medios de transporte, tener que pagar una penalización, retrasos, etc. También presentan dificultades para manejar y programar aparatos electrónicos complejos aunque cotidianos, como un mp3, una aspiradora o el termostato del aire acondicionado o calefacción. El objetivo no consiste en lo que los estudiantes han aprendido, sino en si pueden extrapolar lo que saben y trasladarlo de forma creativa. La puntuación media obtenida por España se corresponde al nivel 2 de los seis establecidos en PISA.
El director de PISA ha destacado que los resultados entre los alumnos españoles son muy heterogéneos y que no dependen de un tipo de centro concreto, sino que «el problema se extiende entre muchos colegios y perfiles de alumnado diferentes».
El sistema educativo que tenemos es una gran mentira, se sustenta en pilares pocos sinceros, llenos de conveniencias personales y de un sistema interesado en perpetuarlo. Los alumnos españoles no saben aplicar lo aprendido porque no les han enseñado a aplicarlo. Y no es culpa exclusivamente del método, sino de todo el sistema. La escuela que tenemos es poco creativa y genera mediocridad, fracaso y abandono escolar. Esta escuela está sustentada en una gran mentira y el miedo a que se descubra todo este fiasco les lleva a hacer- a nuestros responsables educativos y sus acérrimos defensores-cosas inverosímiles y fuera de toda coherencia educativa.
La otra gran mentira -que ha protagonizado gran parte de mi semana- ha sido la que gira en torno al explosivo libro de Pilar Urbano, en el que se desentraña uno de los episodios más ocultos de la historia de España, el 23-F y el nacimiento de nuestra democracia. En este asunto, me temo que la versión de la autora se respalda en un proceso de investigación muy serio, con fuentes muy contrastadas, con mucha verdad… muy en pugna con una versión oficial, muy poco creíble y como dice la propia autora, desfigurada, tergiversada y mal historiada… O sea, carentes de verdad, de sinceridad…Y entonces.